viernes, 20 de noviembre de 2015

Convivencias_Texto_Rulfo

                                                                                                                                       Foto: Saly González
CONVIVENCIAS
Es una investigación sobre las relaciones humanas en el mundo contemporáneo.
Convivir es vivir en compañía, acompañar a otro, vivir dentro de un mismo espacio físico y cohabitar un mismo ecosistema. Pero cohabitar implica vivir juntos, es un tipo de relación que conecta varios sujetos con la posibilidad de vivir, en sentido amplio y de forma continua, dentro de un territorio común, propiedad no solo de uno sino de ambos, de todos y al mismo tiempo.
Convivir es estar con el otro, vivir junto-a, implica un tipo de relación e intercambio tan social como biológico. La convivencia no es solo simbólica sino también ecológica, se da dentro de un mismo sistema (ecológico, político, simbólico o social) que nos contiene y sostiene. Y no nos referimos solo a un espacio de conexión entre individuo y naturaleza como esa inquietud que ha surgido en los últimos tiempos. Lo necesario es recuperar esa convivencia entre los individuos mismos, entre pares, y no solo entre individuo y mundo natural. Actualmente asistimos a una época que se preocupa más por la relación individuo-naturaleza que por aquella entre sujeto-sociedad. El mundo contemporáneo ha concebido al ecosistema, lo biológico, como el único espacio de intercambio posible, olvidando o sustituyendo el vínculo primario y necesario de vivir en conjunto y en sociedad. Somos más animales y menos humanos. Hoy es más factible entendernos en un sentido darwiniano, de supervivencia del mas apto, que en un sentido Rousseauniano de contrato social.
La procupación actual por el medio ambiente no es tanto una auténtica conexión con lo natural sino un desapego con lo humano por una desilusión con lo social. ¿Y cómo podemos resolver los grandes problemas de hábitat a futuro si ni siquiera es posible resolver el conflicto de convivencia con el vecino? Es mucho más fácil indignarnos en la redes sociales por la pérdida del Amazonas que bajar el volumen de la música cuando lo solicita el apartamento vecino. Es menos conflictivo convivir con un perro que contemplar la tranquilidad de un ser humano próximo.
¿Y cómo hemos llegado a este estado “natural”? El sistema de intercambio de objetos y valores es quien modela la construcción ontológica, es quién cala hasta lo más profundo una manera de ser-en -el-mundo (dasein). Todo es intercambio, todo es adquisición, nada es mediación. El sistema económico se vuelve el ecosistema total, como una supernova que devora en un cataclismo todo planeta cercano, disolviendo mundos enteros y la posibilidad misma del surgimiento de vida. Pues de todas las posibles formas de relacionamiento, es en lo neoliberal donde se clausura todo diálogo. Hablamos de intercambio, ganancia, beneficio, y la supuesta libertad termina siendo el eufemismo perfecto para volver al sistema un ser intocable. Este modelo se despliega imparable como consecuencia de un sujeto aplazado, alienado. Un sujeto que el mismo sistema construye, asustado y frágil ante el enemigo en común que es sí mismo. Y como el sistema es omnipresente, se vuelve invisible, incuestionable, y lo único con lo que vemos será a otro individuo, alguien que potencialmente pueda interferir en el cumplimiento de un deseo propio
El otro que se vuelve objeto (yo soy el único individuo) ante un sistema que todo lo transforma en mercancía, en objeto de cambio. El sujeto se objetiva tanto como la mercancía y este en la búsqueda de un mecanismo de defensa se individualiza, ser “individuo” es una forma de autoprotección que esconde un ser neurótico. Y ¿Qué mejor forma de dominio es aquella en que un grupo se dispersa, se fragmenta y no se solidariza? ¿Qué mejor forma de dominio es aquella donde cada una de las partes no concibe la posibilidad de estar ante un problema en común? Lo económico es lo ecológico y la ciudad su jungla.
Pero el ecosistema (en sentido de lo económico) es el que articula las subjetividades a partir de intercambios y de tranferencia de valores, sostiene su estructura con la promesa de la diferencia, cuando en realidad asume que todo es “lo mismo”. Esta promesa se encarga de modelizar el éxito y transformarlo en un objeto de culto a seguir. La posibilidad de superación personal, de lograr objetivos propios, de obtener un sitio de privilegio en una sociedad masificada e informe, va de la mano no de una superación personal, sino de superar al otro, de obtener más ganancia de forma más efectiva y óptima. La disyunción entre el ello y el superyó se disuelve cuando el superyó (corporizado como sistema) se encarga no ya de reprimir sino de liberar esos impulsos naturales, no socializados, de promoverlos al suponerlos incontrolables. ¿Qué me hace más Yo que mis impulsos?¿Cómo voy a reprimir mi deseo? El espacio de las economías libidinales es el espacio permisivo por antonomasia. El sistema neoliberal no es represor sino todo lo contrario, es liberal-liberador pero siempre y cuando sea selectivo, competitivo y modelizante. ¿y que es una competencia sin un trofeo? ¿Y quién puede ganar si no es a costa de que el resto pierda?
Ese macrosistema económico lleva al sujeto (porque siempre está sujeto a todo) a una ficción de individualidad, de unidad indivisible y aparente, y con una necesidad que no puede ser colmada si no es a través de sí mismo. Así se encarga el mercado de promover el impulso individual, asustando con el concepto de sujeto, de esta manera sugiere un peligro sobre nuestra “libertad”.
Solo las corporaciones saben que la verdadera fuerza está en la cooperación, está en esa posibilitad de radio de acción amplio e incontenible. Solo las corporaciones saben que en la unión está la fuerza. Los grupos económicos se hacen más y más grandes, se diversifican y se apropian de territorios completos sin importar estados o naciones. El mercado global, esgrime el discurso de lo individual cuando es lo corporativo lo que se encarga de ganar la mayor cantidad de espacios, la mayor cantidad de ventas, las mayor cantidad de visualizaciones en Youtube o “me gusta” en Facebook.
¿Y en quá lugar se encuentra lo social, si no lo hemos perdido aún?¿En qué lugar se vuelve posibilidad de contraofensiva? ¿Cómo es posible enfrentar un sistema organizado de fragmentación social? ¿En qué lugar, y mediado por quienes, el sujeto podrá reconstruirse? Lo económico apunta al individuo como operador y a la masa como posible compradora. La religión promete un más allá mientras que las políticas neoliberales asumen el rol de administrador económico sin siquiera cuestionar otra alternativa de organización de prioridades.
Es para esto que necesariamente debemos redefinir, analizar y contemplar el concepto que nos compete: Convivencia.
¿Qué es la convivencia?¿Qué implica acercarse al otro para convivir? ¿Porqué creemos que en la búsqueda de convivencia está la liberación? Cuando en realidad aparenta ser un bloqueo, un estorbo al cumplimiento de mis deseos.
Convivir es una forma de relación humana que implica la necesaria coexistencia, existir al mismo tiempo y en paz, aceptar al otro como es porque respeto lo que es. La coexistencia es una forma de relación humana que implica un tiempo y un espacio compartido, no solo un “Ahora” sino un “Durante”. Compartir la existencia implica la posibilidad de seguir existiendo al lado de otro, porque aunque no sienta protección no asumo riesgo. Para convivir es necesario que ambos se conciban como sujetos de una relación, un tipo de convenio no hablado y tácito, asumido como tal, no declarado. Un convenio en el que como individuos insertos dentro de un espacio acotado estemos vinculados por un tipo de relación ciertamente afectiva, de conexión intersubjetiva. Y no nos referimos a una cuestión afectiva profunda, familiar, sino a un tipo de relación donde el afecto se encuentra implícito mas allá del desconocimiento del otro, una conexión mas cercana a la afinidad que la amistad. La convivencia es un tipo de relación que se define entre dos o entre varios, es proactiva y tímidamente generosa. Es una relación que se construye dialógicamente y de forma constante en un tipo de circularidad asumida. Convivir es una concatenación de acciones compartidas, de intercambio de acciones e instancias simbólicas, de esta manera apoyo y reclamo al mismo tiempo. Concibo mi acción como posible modelo de las acciones del otro, y así sociabilizo mi forma de actuar y me desdibujo como centro y ego del mundo.
Para convivir es necesario conocer, aceptar e interiorizar tanto las necesidades del otro como aquello que lo inscribe en su particularidad, en su diferencia conmigo. Necesito asumir esa diferencia como potencia liberadora, como resguardo y conocimiento de las experiencias del otro como posible herramienta de mi vida. Aceptar al otro implica interiorizar su forma de ver el mundo en función de la singularidad de su existencia, experiencia y vida. Es esa diferencia que no es mía un lugar nuevo desde el que yo puedo conocer de ese mundo que me ha sido vedado. La posición también singular que ocupo en el mundo me hace ver solo un fragmento, y la posibilidad de comprender y aprender de la mirada del otro me permite ampliar ese conocimiento, ampliando mi propia mirada del mundo. Es aquí en que las distintas formas en que las subjetividades se inscriben en el mundo se transforman en potenciales accesos de mi propia subjetividad. Pero para esto debo desmarcarme, descentrarme de esa posición de individuo, de ser único e indivisible. Ser individuo me aísla y me desvincula, no solo del mundo sino del otro.
Asumir la mirada del otro como posibilidad, me pone en un lugar privilegiado ante otras singularidades, me resguarda y protege. Es esa diferencia de miradas que enriquecen y se abren a un mundo hostil, miradas que logran ser portadoras tanto de conocimiento como de nuevas experiencias a una vida alienada por la producción y el mercado.
Convivir no es tolerar, porque tolerar implica resistir cuando estoy en desacuerdo, es un tipo de molestia contenida a punto de estallar. Tolerar implica sufrir y soportar, interiorizar una negación, oprimir el rechazo, soportarlo a-pesar-de. Tolerar no es lo mismo que respetar, pues esto supone reconocer las diferencias y comprenderlas. Esto implica asumir la singularidad del otro en base a que diversas experiencias han generado un ser distinto, un ser generado a partir de circunstancias y causalidades distantes, y en un contexto distinto al mío. La cuestión no es tolerar sino respetar. Respetar al otro es comenzar por asumirme a mí mismo, como ser distinto, no perfecto o modélico. Respetar al otro asume en sí un doble juego de resguardos, de comprenderme como sujeto imperfecto y falible, vulnerable y comprender al otro como tal. Pero esa debilidad no nos debilita, nos hace conscientes de nuestra naturaleza, nos hace conscientes de ser humanos.
Respetar es contemplar el espacio ajeno como espacio en común, o sea, también propio. Respetar es compartir responsabilidades, en el sentido de responder al otro. Convivir implica no interferir con la subjetividad del otro porque contemplo su existir tanto como espero que se contemple el mío. No interferir en la subjetividad es no interferir en ese espacio de conexión, tanto en su posibilidad de existencia como en la posibilidad de la mía. Es ese espacio intermedio, donde se construye el vínculo, donde no debemos interferir, pues es tan propio como ajeno, es un espacio en común, de ambos. Las acciones que guían los actos de quienes vivimos en una ciudad o en un espacio acotado (el trabajo, el hogar, etc) implica un tipo de conciencia tanto de las necesidades propias como las ajenas, del deseo propio como impropio, y es en la creación o búsqueda de necesidades en común que se genera el lazo, lo común, el respeto.
Convivencias es una muestra que busca generar diálogos y microestructuras que generen acciones de interacción comunitaria, en conjunto. Buscamos que el espacio que habitamos se rija por un tipo de contrato de conveniencia mutua, no solo de no interferencia sino de participación colectiva, de intercambios. Convivencias es más que nada una búsqueda por lograr una sociedad que descentre al individuo y ponga al sujeto como nodo de los aconteceres humanos.
Las propuestas de estos artistas hacen del análisis del concepto un espacio a descubrir. La forma en que cada una de las propuestas aborda la noción de Convivencia hace que ésta se despliegue en toda su complejidad, en toda su riqueza y en distintas direcciones. De esta manera no solo vemos las posibilidad, sino también la manera de construir ese espacio común. Julián Dura y Lina Fernandez analizan la convivencia en su perfil sicológico, no solo declarado a partir de las relaciones de pareja, bajo un perfil relacional, de como cada uno de esos individuos esta sujeto al otro, sino también como autocrítica de nuestras propias ataduras, de como la autocastración nos encierra en nosotros mismos. El recurso fotográfico empleado, muy próximo a lo teatral, potencia un perfil racional de las situación, despliega una puesta en escena donde representamos tanto lo que los demás esperan ver como lo que queremos representar. Alejandra González Soca establece una suerte de micro sistema ecológico donde la vida de los brotes surge dentro de vestidos de novia. El imaginario femenino se contrapone a la naturaleza, la vida y la muerte fluyen y conviven en la sala. Los brotes, que deben ser regados tanto por los asistentes de sala como el público, no hacen otra cosa que afirmar el perfil participativo, no solo del arte contemporáneo como de lo que es convivir. Nada puede existir si no es en colaboración, en intercambio mutuo. Magdalena Nin y Antoine Ligier hacer de su investigación una reflexión sobre el espacio urbano, el cuerpo y mirada sobre el cuerpo. Los reflejos en las vidrieras ejercen un flujo de conexiones entre adentro y afuera, entre ver y ser visto. La manera en que nos vinculamos con el otro está mediada por una concepción previa de lo que esperamos del otro, no hay una actitud pasiva en ver o seleccionar algo, sino que en sí misma es una proyección de lo que esperamos. La cuestión de los reflejos, a su vez, devuelve una mirada fragmentada, nunca completa de nosotros mismos, no hay forma de que ese juego de proyecciones nos definan como ser único y auténtico, siempre estamos construidos por un afuera, cuando llegamos al mundo éste ya está construido y nosotros vamos escudriñando el territorio en la medida que avanzamos por el mundo de las experiencias. Somos tan nosotros como el otro, nuestra subjetividad se ve entonces, como demostrara Freud tan cargada de un espacio inconsciente como orientada por un espacio social por momentos extraño. Guadalupe Ayala y Juan Pablo Landarín realizan un video inquietante en que la metáfora del conflicto se vuelve por momentos obsesiva. Objetos varios, donde cerámicas y telas chocan contra el suelo muestran la faceta repetitiva de algun tipo de contienda interminable y desgastante. Un hombre, una mujer y una máquina establecen un trio perverso donde el triunfo y el fracaso, el vencedor y el vencido pasan a ser nociones obsoletas de las disputas humanas. Pero el video, en su uso del tiempo, transforma este conflicto en una versión poética de la lucha y el dolor, sugiriendo al Arte como espacio de solución de ocnflictos. Alejandro Palomeque nos entrega su “Condor express” como referencia al terrorismo de estado organizado en esta parte de América Latina. Su visión de los vuelos de la muerte nos traen una relación de convivencia con el recuerdo. Convivir para Palomeque implica recordar, vivir en la actualidad con los recuerdos pasados. En este caso vivir hoy es convivir con la memoria, es recuperar el dolor y reflexionar sobre el pasado. ¿Cómo podemos construir un futuro y un presente si olvidamos lo que fue? Victoria Silva nos trae una performance, un ritual donde teje su propia trama. La racionalidad asumida como propia se opone al azar de sus propias decisiones. Victoria establece un diálogo entre el presente mas crudo de la performance y las obras que la acompañan en la sala y que hacen referencia a algo que no está ahí. La presencia de la artista deja un registro que indica las acciones sucedidas. La convivencia se vuelve entonces un cruce entre presencia y ausencia, cuerpo y representación, razón y azar. Yudi Yudoyoko interviene en unas prendas fuertemente codificadas. Su intervención marca en la tela un tipo de proyección imaginaria, la manera que tenemos de vincularnos a determinadas formas de vestir. Estas, de forma simbólica o ideológica recortan un campo de saberes y experiencias, delimitando posibles interpretaciones. Las prendas son para el artista un dispositivo, un mecanismo que dispara una forma de mirar preestablecida e incuestionable. La destrucción de la funcionalidad logra una revisión ética de lo que podemos frente a lo que debemos hacer ante a modelos conceptuales arraigados en el imaginario colectivo.
Guillermo Zabaleta nos trae un juego de proyecciones e intervenciones en imágenes móviles guiadas por un emblema nacional: El cilindro Municipal. Este edificio muestra que nuestra forma de convivir con el mismo también implicó nuestro desconocimiento del las actividades que se realizaron ahi durante la dictadura. Su aura, que para una generación fue nefasta, hoy se ha transformado en objeto obsoleto y frágil, ausente. Convivir para este artista implica un diálogo constante con ese pasado, una revisión constate con lo que fue y no debe volver a ser.
El colectivo Interrupciones formado por Andrea Curcio, Valeria Lepra y Alejandra Parodi hace de la convivencia un espacio por descubrir. Su instalación de estampitas religiosas pone en juego las relaciones ocultas con el otro, esas cosas que tenemos en común con los demás sin saberlo. A su vez ponen a relucir esa relación que establecemos con la burocracia y como precisamente lo religioso parece ser lo único que puede vincularnos cuando la razón tecnocrática no hace mas que separarnos. Olga Bettas establece una suerte de creación polimórfica donde distintas telas se unen de forma armoniosa mas allá de sus diferencias. La metáfora presente hace de la convivencia un espacio a construir, una forma donde cada una de esas tramas distintas son capaces de unirse por un bien en común. Finalmente Mayra Da Silva hace de la moda su recurso. En vías de cuestionar la mirada habitual sobre los afrodescendientes, donde la mayoría de las veces proyectamos un imaginario asociado a los tambores o a modos de actuar preconcebidos, realiza una sesión fotográfica donde articula poses o prendas poco habituales pero en lugares poco ideales. Asociar la moda a barrios y lugares deslucidos evidencian las disyunciones entre individuo y contexto, entre modelo y espacio vital.
Convivencias, como proyecto curatorial se plantea la necesidad de reflexionar sobre un problema contemporáneo a través de la mirada de los artistas presentes. De alguna manera esta curaduría plantea una convivencia desde su construcción teórica con las miradas y construcciones estéticas de los artistas, no tanto como para demostrar hipótesis sino como presentar lo diverso y sugerir posibilidades.
Rulfo

miércoles, 18 de noviembre de 2015

Inauguración NOV/12







                                                                                                                             Fotos: Saly González

domingo, 1 de noviembre de 2015

Convivencias:: Inauguración jueves 12 de noviembre::19:00hs


Convivencias
Es una investigación sobre las relaciones humanas en el mundo contemporáneo.

Convivir es vivir compañía, acompañar a otro, vivir dentro de un mismo espacio físico y cohabitar un mismo ecosistema. Convivir es una forma de relación humana que implica la necesaria coexistencia, existir al mismo tiempo y en paz, aceptar al otro como es porque respeto lo que es. Convivir no es tolerar, porque tolerar implica resistir cuando estoy en desacuerdo, es un tipo de molestia contenida a punto de estallar. Convivir implica no interferir con la subjetividad del otro porque contemplo su existir tanto como espero que se
contemple el mío. Las acciones que guían los actos de quienes vivimos en una ciudad o en un espacio acotado (el trabajo, el hogar, etc) implica un tipo de conciencia tanto las necesidades propias como las ajenas, en la creación o búsqueda de necesidades en común.
Convivencias es una muestra que busca generar diálogos y microestructuras que generen acciones de interacción comunitaria, en conjunto. Buscamos que el espacio que habitamos se rija por un tipo de contrato de conveniencia mutua, no solo de no interferencia sino de participación colectiva. Convivencias es mas que nada una búsqueda por lograr una sociedad que descentre al individuo y ponga al sujeto no como centro sino como nodo de los aconteceres humanos.
Rulfo

ARTISTAS:
Colectivo Interrupciones-Andrea Cursio, Valeria Lepra y Alejandra Parodi Taruselli/ Recurso Mágico. Redes que contienen,conforman y dan refugio.
Olga Bettas/ Convivencias
Mayra Da Silva/ Montevideo Afrotown
Lina Fernandez y Julián Dura/ Des-atados
Alejandra Gonzalez Soca/ Topografía Alterada II
Magdalena Nin y Antoine Ligier/ Reflejos animados
Guadalupe Alaska y Juan Pablo Landarín/ Contienda #3
Alejandro Palomeque/ Condor Express
Victoria Silva/ Mujer en cintas - Terroir de Amanda
Yudi Yudoyoko/ Dress Code
Guillermo Zabaleta/ Derrumbamiento II



Invitación Inauguración Convivencias